La sociedad de Oceanía está basada en el miedo, en el odio, en el terror, “las antiguas civilizaciones sostenían basarse en el amor o en la justicia. La nuestra se funda en el odio. En nuestro mundo no habrá más emociones que el miedo, la rabia, el triunfo y el autorebajamiento” (1984; Orwell, George; pág. 204), pero más que nada en la búsqueda de poder como fin en si mismo, y no como un medio para poder obtener otras cosas, “el Partido quiere tener el poder por amor al poder mismo. No nos interesa el bienestar de los demás; solo nos interesa el poder.” (1984; Orwell, George; pág. 202).
Se puede observar claramente la estratificación social realizada dentro de esta sociedad ya que si bien no hay “prejuicios raciales ni dominio de una provincia sobre otra” (1984; Orwell, George; pág. 160), la desigualdad radica en el lugar del estamento social que las personas han sabido ganarse. Los estamentos pueden definirse de la siguiente manera del más poderoso a los más débiles. Arriba de la pirámide se encuentra el Gran Hermano, cuya función es “actuar como punto de mira para todo amor, miedo o respeto” (1984; Orwell, George; pág. 160). Luego, están los miembros del Partido Interior del cual “solo forman parte 6 millones de personas, o sea, menos del seis por ciento de la población de Oceanía” (1984; Orwell, George; pág.160). Después podemos encontrar a los miembros del Partido Exterior, en el cual se puede decir que “si el primero puede ser descrito como el “cerebro del Estado”, el segundo pudiera ser comparado a las manos”, (1984; Orwell, George; pág. 160). Por último, y siendo el grupo más numeroso, encontramos a los proles, quienes “constituyen casi el 85 por ciento de la población”, (1984; Orwell, George; pág. 160). Pero a pesar de esta estratificación social, pueden observarse un grupo más, pero aislados de esta clasificación, a los quienes se los podría relacionar con los “parias” en el sistema de castas de los hindúes. Ellos son “la masa de esclavos procedentes de las tierras ecuatoriales, que pasan constantemente de vencedor” quien “no forma parte de la población propiamente dicha”, (1984; Orwell, George; pág. 160). Esto es así porque las tres potencias (Oceanía, Eurasia y Asia Oriental) se disputan la soberanía de estos estados, y dentro de las innumerables batallas, quien las posea domina a la población de aquel lugar.
Mediante este análisis, me propongo descubrir el esqueleto de la sociedad del supuesto 1984 de Oceanía en base a las principales teorías sobre los modelos de desigualdad y socialización.
Viendo en que se basa la sociedad, y como se organiza, podemos entender mejor los distintos modelos de desigualdad. Para comprenderlos, necesitamos hacer hincapié en tres ejes, ellos son los factores económicos, el prestigio y el poder, y dentro de este último podemos abocarnos a los tres tipos de dominación impuestos por Max Weber, que son la dominación tradicional, la carismática y la racional – legal.
Empezando por el primer eje nos encontramos con los factores económicos que inciden para que esta sea una sociedad desigual, pero desigual en estamentos. Si
tomamos las definiciones marxistas, podemos encontrar que en esta sociedad no hay alienación religiosa, ya que la práctica religiosa no estaba permitida, “estábamos preparando una edición definitiva de los poemas de Kipling. Dejé la palabra Dios al final de un verso. ¡No pude evitarlo! (…) Era imposible cambiar ese verso”, (1984; Orwell, George; pág. 178). Tampoco podemos encontrar que esta desigualdad genere conflicto como el mismo Marx sostenía, ya que, y acá entra otro concepto marxiano, entra en juego la falsa ideología. Los proles no tienen conciencia de la fuerza que poseen, y los miembros del partido están cegados por la ideología dominante. Pero esto no es solo en Oceanía, sino que pasa en las otras dos grandes potencias, “en Oceanía prevalece la ideología llamada Ingsoc, en Eurasia el neobolchevismo y en Asia Oriental lo que se conoce por un nombre chino que suele traducirse por adoración de la muerte”, (1984; Orwell, George; pág. 152).
Ahora bien, si tomamos al pensamiento weberiano para analizar este eje nos encontramos con que sí hay una desigualdad de clase en relación a los bienes que poseen de tal forma se puede observar que los proles apenas tienen para comer, mientras que los miembros del Partido Interior gozaban de todos los privilegios que las demás clases no poseían, “en muy raras ocasiones se podía penetraren las residencias del Partido Interior, ni siquiera en el barrio en donde tenían sus domicilios. La atmósfera del inmenso bloque de casas, la riqueza de amplitud de todo lo que allí había, los olores a buena comida y a excelente tabaco, los ascensores silenciosos e increíblemente rápidos, los criados con chaqueta blanca apresurándose de un lado a otro… todo ello era intimidante”, (1984; Orwell, George; pág. 131). También hay una desigualdad sobre el estatus social, obviamente, por la pertenencia a determinado sector del Partido, de Interior o Exterior, o peor aún por no pertenecer a él, como los proles. La única diferencia que no se encuentra en esta sociedad es la de la diferenciación política, ya que al haber un partido único no hay mucha posibilidad de disenso.
Habiendo analizado los dos anteriores, podemos avanzar hacia el Estructural Funcionalismo de Talcott Parsons. En su estratificación social está claro que sector pertenece a cada parte de la pirámide, siendo los del Partido Interior la clase alta, los del Partido Exterior la clase media, y “en los términos de nuestra anterior clasificación – la realizada en el libro de Goldstein donde describía a los altos, los medianos y los bajos –, los proles son los bajos”, (1984; Orwell, George; pág. 160). Pero lo que resulta interesante de esto es el concepto de movilidad social, en tanto que es imposible la movilidad horizontal, no así la vertical. La horizontal, que abarca a las migraciones, no se puede dar porque las tres potencias están en un estado de guerra permantente, y los nacionalismos son muy acentuados, por lo que si se viera a algún extranjero se lo denunciaría rápidamente a la Policía del Pensamiento, “las tres se separaron de la tropa, dejaron las bicicletas al lado del camino y se pasaron toda la tarde siguiendo a un desconocido. (…) mi niña dijo que no había visto a nadie con unos zapatos así: de modo que la cosa estaba clara. Era un extranjero”, (1984; Orwell, George; pág. 50). La vertical si es posible porque no depende de los bienes que uno posee, sino que depende de un “examen a la edad de dieciséis años”, (1984; Orwell, George; pág. 160). En base
a esto se puede deducir que no hay ascendencia o descendencia transgeneracional porque “la pertenencia a estos tres grupos – Partido Interior, Exterior y proles – no es hereditaria. No se considera que un niño nazca dentro del Partido Interior porque sus padres pertenezcan a él”, (1984; Orwell, George; pág. 160).
El segundo eje de análisis tiene que ver con el prestigio. Dicho punto no merece mayores explicaciones ya que el prestigio depende exclusivamente del estamento que ocupa una persona. Por esta razón también los miembros del Partido Interior beben vino y fuman buenos cigarrillos, mientras que los proles son olvidados por todos, y suelen ejercer la prostitución. Si bien la sexualidad está prohibida, al Gran Hermano no le importa para nada estas prácticas porque no teme el poder de los barrios más pobres.
Finalmente, el tercer eje hace hincapié en el poder. Esto puede ser analizado desde muchas perspectivas teóricas, pero aquí nos ocuparemos solo de tres. La primera de ellas tiene que ver con Talcott Parsons, quien sostiene que el poder es un recurso sistémico, algo así como un bien intercambiable, lo que el dinero es a la economía. Esto, en la sociedad de Oceanía, no es así. El poder siempre reside en la misma figura, el Gran Hermano, es él quien decide todo por el pueblo. Este poder se extiende hasta el Partido Interior, que como dijimos antes es el cerebro del Estado. Pero ya en el Partido Exterior este poder desaparece, ya que la única facultad que tiene es la de acatar las órdenes que le llegan de más arriba.
La otra perspectiva teórica pertenece a Michel Foucault, quien sostiene que una sociedad está cruzada por una red de poder en donde el Estado es solo un nodo más dentro de toda esa relación de poder. Esta perspectiva puede ser refutada inmediatamente, ya que es el Partido Interior quien posee poder por sobre todas las cosas, decide que es verdad y que es mentira, decide como deben actuar sus individuos. Prácticamente, el Estado en este caso sería el único nodo que cubre toda la sociedad. Pero Foucault además dividía entre dos clases de poder, uno negativo, relacionado a la sexualidad, y otro positivo, relacionado a la creación de saber. Sin meternos en si sus consecuencias son buenas o malas, podemos ver en la obra la fuerte opresión sobre la sexualidad y sobre la creación de conocimiento. En cuanto a la sexualidad cualquier acto relacionado a esta era condenado, por ejemplo “toda relación con prostitutas estaba prohibida (…) era peligroso, pero no un asunto de vida o muerte”, (1984; Orwell, George; pág. 56). También se habían creado ligas juveniles Anti – Sex, para fomentar a las personas a no sucumbir ante el deseo. Incluso llevaban esto hasta los puntos más extremos interesándose en la reproducción, “la procreación consistirá en una formalidad anual como la renovación de la cartilla de razonamiento. Suprimiremos el orgasmo”, (1984; Orwell, George; pág. 205). En cuanto al tema de la creación de conocimientos, hay un serio problema, ya que no se puede decir que el Gran Hermano produce saber en sus habitantes, pero es poseedor de toda la verdad, y todos los hechos del pasado pertenecen a una mentira ya arreglada por el Estado, aunque haya pasado pocos años atrás. Además, el saber demasiado, tampoco era bueno, ya que existía el riesgo de ser vaporizado, independientemente si se estaba a favor del Gran Hermano o no, “de pronto tuvo Winston la profunda convicción de que uno de aquellos días
vaporizarían a Syme. Es demasiado inteligente. Lo ve todo con demasiada claridad y habla con demasiada sencillez. Al partido no le gustan estas gentes. Cualquier día desaparecerá. Lo lleva escrito en la cara”, (1984; Orwell, George; pág. 47 y 48). Un último aporte de Foucault es que un sujeto es capaz de utilizar una fuerza ejercida sobre él deteniéndola y usándola a su favor. Esto, en la sociedad narrada, no se da.
La última perspectiva teórica para terminar con el eje del poder corresponde a Weber. Según él, el poder es la capacidad que tiene alguien de imponerse sobre los demás, de una forma legítima. Para legitimar este poder hace falta tres cualidades básicas. La primera es la legitimidad tradicional, por la costumbre porque siempre se ha dado así. Supongamos, parados en el año 1984, que el Gran Hermano asumió el año anterior, en este caso no habría una legitimidad tradicional. El asunto aquí es que el Partido borró todo resagio del pasado, por lo que es imposible saber cuando se hizo la revolución. El Gran Hermano pudo haber asumido el año anterior, pero quien se podría acordar de eso. Conclusión, el Gran Hermano creo esta condición de legitimidad tradicional. La segunda cualidad es la carismática, en este caso, si se puede ver, también fomentada por el partido, la expansión de esta legitimización. La cara del Gran Hermano impone respeto a los que la ven, y que esté extendida por todas partes favorece su inclusión dentro de las mentes de los habitantes, podría decirse que es elevado a la categoría de un semidios. La última característica es la racional – legal, pero sorprendentemente el gobierno no se apoya en esta para mantener su legitimidad, “sus actos no están regulados por ninguna ley ni por un código de conducta claramente formulado. En Oceanía no existen leyes”, (1984; Orwell, George; pág. 162).
Una vez vistos los modelos de desigualdad y sus principales formas, podemos meternos en uno de los aspectos más importantes del análisis, el de la socialización, y entendiendo esto podremos comprender mejor el comportamiento del pueblo que apoya ciegamente al Gran Hermano pidiendo perdón solo por criticarlo. Los hechos son coercitivos y externos, están ahí desde antes del individuo y son impuestos, como por ejemplo el lenguaje. Pero lo increíble de esto, es que hasta quieren cambiar al lenguaje, al tradicional inglés, por la neolengua, “la destrucción de palabras es algo de gran hermosura. Por supuesto las principales víctimas son los verbos y los adjetivos, pero también hay centenares de nombres de los que uno puede prescindir”, (1984; Orwell, George; pág. 46).
Este proceso equivale a la institucionalización, y dentro de ella se encuentran los tres subprocesos de la socialización, la externalización, la objetivación y la internalización. La primera corresponde a las instituciones que estaban desde antes del individuo y que él debe salir a buscarlas, estas son “el Ministerio de la Verdad, que se dedicaba a las noticias, a los espectáculos, la educación y las bellas artes. El Ministerio de la Paz, para los asuntos de guerra. El Ministerio del Amor, encargado de mantener la ley y el orden. Y el Ministerio de la Abundancia, al que correspondían los asuntos económicos”, (1984; Orwell, George; pág. 10). La segunda se refiere a cuando
el hombre logra objetivizar su entorno, no tiene mayor importancia tratarlo dentro de la obra.
Y la tercera es cuando lo objetivado se presenta en la conciencia del individuo, y aquí se cruza con un cierto idealismo subjetivo, en donde todo lo real es lo que está en la conciencia del humano, ya que “la realidad no es externa. La realidad existe en la mente humana y en ningún otro sitio”, (1984; Orwell, George; pág. 191). En este último proceso de internalización intervienen dos etapas, la socialización primaria y secundaria. La primaria no tiene importancia porque es cuando el individuo incorpora al otro generalizado, en cambio es la segunda la que adquiere importancia al ver como el individuo atraviesa distintas instituciones a lo largo de su vida. Una de ellas, a la que van siendo bien chicos, es la escuela de espías, en las que les enseñan a delatar a cualquier persona que pudiera comprometer la integridad del Gran Hermano, incluso a sus padres, “lo peor de todo era que esas organizaciones, como la de los espías, los convertían sistemáticamente en pequeños salvajes ingobernables, y, sin embargo, este salvajismo no les impulsaba a rebelarse contra la disciplina del Partido. (…) alguna viborilla (…) había denunciado a sus padres a la Policía del Pensamiento contándole a ésta lo que había oído en casa”, (1984; Orwell, George; pág. 25).
Después de este análisis, podemos ver el gran manejo gubernamental hecho sobre la población decidiendo hasta que tenían que pensar aquellas personas que lo único que recordaban era lo que les decía el Gran Hermano, y donde la única verdad, era la verdad del Partido. En este clima, una revuelta era casi imposible, ni siquiera la Hermandad (organización secreta que buscaba la desestabilización del régimen) podía vencer a este Estado basado en el miedo y en el terror. La gente vivía bien porque el Gran Hermano le decía que así era, y no tenían la capacidad mental de discutir esto, y si la tenían, eran vaporizados. En resumen, el Gran Hermano se propuso conservar el poder viviendo para siempre, y en base a todo el trabajo que hizo, lo consiguió.