domingo, 26 de junio de 2011

JORNADAS DE DEBATES PÚBLICOS


Por estos días ha tenido a lugar lo que se conoció como el “debate del debate”, esto es la discusión por los medios en los cuáles tendría lugar el, valga la redundancia, debate oficial para Jefe de Gobierno Porteño de la presente elección. No debería ocasionar problemas el mencionar que esta discusión tiene espacio en la señal de cable perteneciente al Grupo Clarín, Todo Noticias. El problema se plantea cuando establecemos que TN es el único capacitado para llevar a cabo este encuentro.


Por el momento, antes de analizar esta situación, me gustaría dar cuenta de los hechos como los entiendo yo. Como sabrán, Mauricio Macri es el actual Jefe de Gobierno Porteño por el PRO, fuerza perteneciente a la centroderecha, para establecerlo dentro de un parámetro del espectro político. El otro protagonista de la historia es Daniel Filmus, candidato del Frente Para la Victoria, no creo que haga falta aclarar que es la fuerza que conduce la Presidente de la Nación, Cristina Fernández. Personalmente encuadro a Filmus dentro de lo que es la centroizquierda, aunque esto no tiene mucho que ver con lo que quiero analizar.

Generalmente TN fue el canal por excelencia que transmitía los debates porteños, pero desde la irrupción de la nueva Ley de Servicios Audiovisuales se empezó a criticar el papel de los medios y a poner más énfasis en la pluralidad de voces y la libertad de expresión, la cual yo entiendo como el derecho individual que cada persona tiene a publicar sus ideas en los medios sin presiones de ningún tipo. Siguiendo con esta línea de discusión Filmus vino a establecer esto en el mismo debate político: ¿por qué TN, y solo TN, puede transmitir el debate?

En línea con este discurso propuso extender el ámbito de discusión a otros canales y a universidades, en las cuales el debate podría ser transmitido por todos los canales. Ante la falta de argumentos de lo que era una gran idea se tergiversó la realidad para hacer parecer que Filmus no quería debatir en TN. Esto es una falacia, lo que él quería era no encerrar la discusión en un canal, que encima es de cable, por lo que no todos pueden acceder a él, pero ante la negativa de Mauricio Macri decidió, fiel a sus ideas, rechazar la invitación manteniendo su propuesta de un debate plural.

Macri por su lado rechazó desde el inicio, con argumentos irrisorios, debatir en cualquier otro canal o medio que no sea TN, tal vez por afinidad política, tal vez por los negocios que tiene con el grupo Clarín, o simplemente porque ahí se siente cómodo. Después hubo otros candidatos, como Fernando Solanas de Proyecto Sur, Jorge Telerman, antiguo Jefe de Gobierno y actual candidato por Más Buenos Aires, María Eugenia Estenssoro por la Coalición Cívica y Ricardo López Murphy por la Convergencia Federal, de los cuáles no voy a hablar ya que parece que este debate poco les importa debido a que todos aceptaron la invitación a TN sin condiciones.

Establecidos los hechos, paso a relatar lo que es puramente mi opinión, la cuál no me interesa que se entienda como la verdad absoluta, sino como una campana más. Establecer un debate para las elecciones tiene numerosas ventajas y algunas desventajas, que paso a explicar:

· Publicidad de los candidatos: Para mi esta es la ventaja principal, darle a cada candidato la posibilidad de posicionarse ante la opinión pública dando a conocer sus propuestas, que en muchos casos pueden ser muy buenas, pero que no tienen el recurso financiero suficiente para transmitirlas.

· Desmonopolizar los votos del oficialismo: Siempre sucede que los oficialismos, sean nacionales o subnacionales, tienen ventajas en publicidad a la hora de las elecciones. Esto se da por diversos motivos, desde la publicidad oficial por actos u obras del gobierno hasta por la misma publicidad que le da el hecho de ser gobierno. Y ni hablar de cómo hablan los medios de ellos en estos casos, sea para bien o para mal ya que, como se dice en la televisión, es mejor que hablen de uno, para bien o para mal, a que no hablen. En consonancia con lo anterior, la oposición tiene la facultad de poner en discusión las obras y promesas no cumplidas.

· Conocimiento de los candidatos: Esto es distinto del primer punto por una sencilla razón, conocer a un candidato no significa saber como piensa. Quien más plata tiene más votos suele sacar, sacándole a la política su ideologización y a su vez despolitizando a la población que pasa a votar por carisma. Gracias a estos debates los candidatos le muestran al público como piensan, qué proponen, y así los electores pueden definir su voto con mayor confianza, lo que a su vez fortalece las instituciones democráticas.

· Fomentar el debate en la sociedad: Es importante que una sociedad hable de política, que investigue, que disienta, pero que por sobre todas las cosas no se quede callada. A partir de esto se va generando un interés por la discusión ya que los candidatos suelen hablar de cosas que el ciudadano vive. Esto lo avalo con la definición de noticia en el periodismo, donde se indica que para que algo sea noticiable tiene que ser cercano a las personas que lo leen. Eso crea interés en la gente y la gente habla de eso.

Pero también tiene sus desventajas, más que nada por como está aplicada. Tal vez sea injusto, pero me baso en los ejemplos que tuve de los últimos debates porteños:

· Marketing de los discursos políticos: Me gustaría hacer algo lo más neutral posible pero no puedo ya que esto se aplica completamente a Mauricio Macri. El debate pasan a ser promesas vacías de contenidos, “mejoraremos la educación, la salud y la seguridad”, pero no dicen cómo, con qué recursos, y en casos de propuestas concretas suelen hacer agua, como los famosos 10 kilómetros por año de subte de Macri, quien luego se escudó en no tener los recursos para hacerlo.

· Lejanía de los ciudadanos: Cuando se ven estos debates solo se ve un grupo de gente peleando por posiciones de poder, hablando de lo que creen importante, relegando al resto de los porteños a una simple condición de votantes. El problema de cómo está dado el debate es que el ciudadano común no participa ni puede interpelar a quienes, por definición, deberían representarlo.

· Elitismo en las voces por la pluralidad de partidos: Dada la gran cantidad de partidos existentes a los debates van los espacios que tienen la mayor cantidad de votos, relegando así a esos tantos partidos, conformantes del famoso espacio del 1%, que no tienen dinero para hacer una elección, o pertenecen a ideas extremas dentro de una sociedad que busca constantemente el centro del espectro político. Se conforma así un círculo vicioso donde los desconocidos no van a los debates ni se pueden hacer conocidos, justamente, por no ir.

· Ideología política de quien transmite el debate: Esta experiencia es para que los políticos presenten sus ideas y propuestas, pero como todos los medios tienen una ideología determinada pueden usar “trucos de cámara” para incidir directamente a favor de un político. Cerrar un plano, descentrarlo de la imagen, cambiarle las cámaras que lo enfocan para que parezca que el político no le habla a la gente, es una manera de incidir, y más cuando la imagen, en política, es tan importante. También tienen un papel fundamental los periodistas que conducen los debates, haciendo preguntas a uno y no haciéndolas a otro.

· Incapacidad de hablar en público: Este punto puede resultar extraño, pero no lo es. La televisión es un mundo distinto y hablar en público con soltura frente a una cámara puede resultar difícil, más cuando no se está acostumbrado. Así pasó hace poco en un debate por las elecciones en las comunas porteñas donde una candidata de Proyecto Sur intentó dar una propuesta, que podemos discutir si era buena o mala, pero era propuesta al fin. Sin embargo tuvo dificultades para expresarse, su idea se entendió poco y no permitió a la gente que la conozca.



¿Qué hacemos entonces? Evidentemente tiene que existir un marco donde se fomente el debate, lo que a su vez conlleva a una sociedad más comprometida. Tomando las ventajas del asunto podemos concluir que el debate es necesario, pero tenemos que evaluar de qué forma llevarlo a cabo. Tomemos cada desventaja y veamos qué solución podemos darles.

En el primer caso esto sucede porque más que discusiones estos debates suelen tener espacios donde cada político da su discurso sobre determinado tema. Lo que hay que hacer es establecer una mesa redonda (así nadie se sienta en la cabecera) y que los políticos hablen libremente. Así se ve a que temas le dan importancia, cómo responden a los argumentos de los otros, y se termina evaluando qué convicción tiene cada uno de los participantes. Obviamente se puede darle a cada candidato una cantidad de minutos para que de un pequeño discurso, pero debe ser mínimo ya que justamente lo que importa es el debate, no los discursos. Seguido a esto podemos, y contestando el segundo ítem, establecer un público en la escenografía donde, en un momento dado del programa, ellos empiezan a interpelar al candidato que elijan, con el motivo que elijan. El político debiera estar preparado para responder todas las preguntas, y si lo hace es porque tiene convicción en su forma de hacer política.

En la tercera objeción sucede algo más problemático que responde a otras cuestiones, donde hay una seria falta de representatividad y separación de partidos. Si uno empieza a buscar encuentra cada vez más candidatos, muchos que no llegan ni al 1%, ¿pero eso es razón suficiente para dejarlos fuera de un debate público? ¿No es eso proselitismo democrático (si se me permite la aborrecidad del término)? En la elección del 2007 hubo 18 partidos distintos. Evidentemente plantear un debate entre 18 personas en una mesa no solo es una tarea muy difícil, sino que es imposible. Es por esto que es importante hacer una constante jornada de debates públicos, unos días algunos candidatos, otro día otros, y así sucesivamente. Terminada esta jornada de debate se podría elegir a los candidatos que mejor miden para un debate final, pero como no estoy muy de acuerdo con las encuestas prefiero que no se llegue a esta instancia.

Por la cuarta objeción no hay que ser un politólogo para darse cuenta de que la solución que propone Filmus es acertada. Los canales, llenos de intereses, no deberían encargarse de estos debates, y menos un canal de cable al que no todos pueden acceder. Se deben buscar ámbitos como universidades dónde todos los canales que quieran tienen la posibilidad de transmitirlo utilizando sus propias cámaras. Las reglas de juego pueden establecerlas las autoridades de las universidades en cuestión, consultando con los participantes, siempre que a todos estén garantizadas la igualdad de condiciones. Sobre los coordinadores de los debates se pueden pensar tanto docentes de la universidad como estudiantes de ella, preferentemente de la carrera de Comunicación Social o Ciencias Políticas, las dos carreras que más tienen que ver con lo que se trata.

Finalmente se encuentran las personas que tienen dificultades de hablar al público o bien no pueden expresar concretamente sus principales ideas. Lamentablemente no hay dentro del debate algo que pueda ayudar a estas personas, sino que la solución debe venir desde el seno del propio partido político dándole al candidato capacitación en esta materia. Saber transmitir las ideas en la política siempre fue algo fundamental y no podemos echarle la culpa al debate de que haya gente que no sabe hacerlo. Nadie nace sabiéndolo todo, todo puede aprenderse. Algunos tendrán más carisma que otros, pero cuando se tienen convicciones firmes y se sabe transmitirlas, ese carisma puede quedar deslegitimado, siempre y cuando se cumpla la condición de la sociedad politizada gracias al debate.

En resumen, el “debate por el debate” es una cuestión muy importante, pero no como está planteada en los medios de comunicación, escandalizando lo que pasó, sino debatiendo sus cuestiones estructurales para fomentar una participación más democrática de la ciudadanía. Y en todo caso, subsanado este debate, podríamos preguntarnos por qué no se debate en otros ámbitos. Por suerte la Ley de Servicios Audiovisuales establecerá canales para estados subnacionales (provinciales y municipales) que permitirá una expansión del debate hacia esas zonas en donde, seguramente por conveniencia más que por incapacidad, decidieron no impulsarlo.




GAR





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